¿Alguna vez te has preguntado si lo que haces rutinariamente es lo que posiblemente esté afectando tu peso corporal?


Muchas veces no percibimos que las rutinas son nuestro mayor problema, ya que cuando volvemos algo rutinario lo convertimos en parte de nosotros, mientras que si hacemos determinadas cosas esporádicas, posiblemente no van a influenciar tanto sobre nuestro cuerpo, mente y/o salud.


Muchas personas están lidiando con su peso corporal y no consiguen una solución práctica y fácil de mantener en el tiempo, ¿te identificas con esta realidad? ¿Qué tal si te digo que cambiando rutinas bajarías de peso? Hacernos consientes de nuestras rutinas nos permite identificar los puntos claves donde estamos haciendo o cometiendo errores.

Te recomiendo que si estas lidiando con tu peso corporal, evalúes tus rutinas y observes que acciones desencadenan conductas poco sanas para el control de peso.

Les quiero contar algunas historias o ejemplos que ciertos pacientes me han comentado y que me parecen interesantes compartir.

Durante una consulta nutricional que realice, un paciente me contaba que él de forma RUTINARIA, llegaba a la casa luego de una larga jornada laboral, entraba a la cocina y se comía un banquete de quesos antes de iniciar su cena.
Otro paciente me contaba que al salir del trabajo iba a una panadería a pedir un dulce, casi de forma programada o automática. 


Esos son algunos ejemplos de rutinas que yo llamaría programadas

Otro grupo de personas más bien evitan al máximo ciertos impulsos o deseos por la comida, lo cual, MUCHAS VECES, termina desencadenando el consumo exagerado de determinados alimentos, acompañado de sentimiento de culpa luego de su ingesta excesiva. ¿Te suena algo de esto?

Te doy un ejemplo:

Una paciente me decía: “anhelo un chocolate, pero voy a comer una manzana”. Más tarde o días después compraba una gran barra de chocolate y se la comía completa, lo cual luego le generaba una gran culpa y deseo de realizar ejercicio EXCESIVO o usar alguna medida purgativa para compensar lo que se había comido.
Otro grupo de personas anulan el deseo por el o los alimentos hasta el punto de convertir sus dietas en una dieta monótona e insuficiente.


¿Qué pasaría si realmente estas personas escucharán su cuerpo?
Te pregunto, ¿Qué pasaría si escucharas tu cuerpo?

Posiblemente controlarías mejor tu peso, mantendrías un mejor estado de salud y una relación más sana con la comida. 

Para dejar atrás todas aquellas conductas que contribuyen a desestabilizar el peso o desencadenar comer demás y/o sentir culpa, los invito a evaluar sus rutinas, a volverse más conscientes de cómo actúan frente a la comida, “permitirse comer algo prohibido”, dejar las culpas, romper con esquemas rígidos o programados.

Para ello les dejo algunos tips que he ido recolectando con mi experiencia laboral y personal, ya que como cualquier humano, tengo deseos, impulsos y emociones. 


Empecemos por evaluar las rutinas. ¿Qué haces de manera automática y qué haces de manera consciente?

El cerebro es una computadora que se programa de manera repetitiva si lo permitimos. Al igual que podemos cambiar la calidad de nuestros pensamientos podemos cambiar nuestras conductas. Partiendo de esto, pongamos en práctica romper con los esquemas rígidos o programados.

Trata de pensar con cual esquema te identificas más y trabaja en aquellas cosas que te están condicionando a mantener una conducta o rutina de vida.

Esquemas rígidos: Si consumes una dieta muy estricta y controlas excesivamente tu peso a tal punto que comer algo diferente de tu plan alimenticio supone un riesgo para tu salud, te sugiero que trabajes en la flexibilidad. ¡Prueba algo nuevo! Pasa por el mercado y busca aquello que tanto te provoca pero que le dices NO porque tiene muchas calorías o no es totalmente light, de esta manera evitas caer en estados obsesivos referentes a la comida.
Si tu rigidez en la dieta te desencadena comer excesivamente ese alimento que tanto rechazas y luego sientes culpa, empieza a trabajar en esto. El día que te provoque un chocolate, ve y compra el chocolate que te gusta y disfrútalo sin CULPA. Al siguiente día continua con tu rutina de vida. Verás que tus deseos estarán más en control cuando te das permiso. 

Esquemas programados y/o automáticos: Si te has acostumbrado a una rutina diaria de alimentación que no ha permitido que pierdas peso, creo que debes empezar preguntándote, ¿Qué estoy haciendo dentro de mi rutina de vida que no me permite perder peso? Ejemplo, si todos los días comes galletas de chocolate, trata de probar una nueva opción más ligera, intenta comer una galleta de avena. Luego busca que otras opciones de refrigerios puedes usar que sean más saludables y de vez en cuando te comes la galleta de chocolate.

Si todos los días al salir del trabajo vas a una panadería por un dulce y un café, sal al siguiente día a un café y pide un té con un yogur de frutas y cereales. ¿Qué tal? Has hecho un cambio y mejor aún le has mostrado a tu cerebro una nueva opción.
¿Qué tal si mi paciente una noche al llegar a casa en vez de comer los quesos antes de la cena, comiese unos sticks de vegetales con salsa de yogur o hummus? Posiblemente lo ayude a romper su esquema programado, sacie el hambre con menos calorías mientras espera la comida completa. 


¿Qué pasa con las emociones y el alimento?

Muchas veces la angustia, el estrés, la ansiedad entre otras emociones genera una necesidad por comer. Es importante volvernos conscientes de ello para poder controlar los impulsos. Cuando tengas algún pensamiento o sentimiento que este desestabilizando tus emociones y desencadene la necesidad por comer, pregúntate ¿Tengo hambre?, realmente ¿necesito comer? Si la respuesta es negativa, entonces debes buscar otras actividades que te ayuden a lidiar con tus emociones.

Por ejemplo:
  • Hablar con un amigo o si es necesario con un terapeuta.
  • Buscar compartir en familia, muchas veces cuando estamos acompañados de seres queridos sentimos calma.
  • Buscar el lado positivo de la situación en la que te encuentres. Toda situación negativa tiene un lado positivo. Sino piensa en todas las cosas buenas que te han ocurrido. Busca la espiritualidad.
  • ¡Buscar un hobby! La mente necesita recreación. La actividad física o ejercicio es una herramienta saludable, siempre y cuando no se utilice como un sacrificio sino como un espacio de bienestar físico-mental. Lee o pinta, busca lo que te apasiona (Si les soy sincera me ha costado conseguir un hobby que me apasione, sin embargo creo que ¡ya lo conseguí! ¡Existe! Espero que me dure..)

Otro punto importante, si eres de las personas que piensa a través de otros, piensa primero en ti. Quiero decir, si decides no ir al gimnasio porque tu figura no es la adecuada o por el contrario temes de la crítica que otros hagan sobre ti al verte que no has cambiado en lo absoluto, detente un momento y piensa en los beneficios que hace para ti ir al gimnasio. Por ejemplo, sentir más energía, sentir tu piel más saludable, sentir que trabajas tus músculos, etc. Piensa en todas aquellas cosas que a TI te benefician, lo demás… es mente….

Feliz día, feliz vida, enjoy food!
Food is Life


 Karina Hoyos







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